SOCIEDAD
Como sabemos, luego del resonante fracaso de las políticas neoliberales en todo el mundo, las fuerzas de derecha se fraccionaron: unas se abocaron a abogar en contra del aborto, otras a favor de la represión, otras por la dependencia económica de los grandes poderes, otras por la explotación de los pobres y la xenofobia, pero no se ponían de acuerdo en un programa unificado de gobierno porque acababa de explotar el que tenían. Así fue como las fuerzas progresistas lograron arañar, a fuerza de ballotages, algunos espacios clave de poder en las presidencias de algunos países que habían sido íconos del neoliberalismo.
Con cierto exceso de ingenuidad, esto fue interpretado por algunos como una exitosa ola de progresismo que se adueñaría por fin de los destinos de latinoamérica. El caso es que, una vez que el estruendo del fracaso neoliberal se fue apagando y que la derecha fue recreando apropiados slogans en torno a las debilidades de los nuevos gobernantes, y una vez que los nuevos gobernantes no tuvieron la destreza, la fuerza, el valor, la imaginación o no estuvieron a la altura de lo que podría ser una vanguardia de cambio sostenida, o simplemente porque aún no es el momento, el péndulo de la historia regresa del lado donde siempre fue más fuerte: del lado del fascismo, la mentira y la explotación.
La ola progresista casi alcanza a México, pero no llegó, y ya el mar vuelve a tirar hacia adentro. Se necesitará caer aún más bajo para que el pueblo decida cambiar su orientación política con determinación. Mientras tanto, bienvenido Macri: la historia te ha depositado aquí: eres el encargado de restaurar el poder a los que lo tuvieron siempre, el encargado de traernos nuevamente la esquizofrenia que tan cómodos nos hace sentir ("alguien tiene que proponer Justicia Social, alguien tiene que proponer una educación pública", proclama Macri al definir "su espíritu").
viernes, junio 15
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