TECNOLOGÍA
El nuevo mouse óptico iba a ser la solución ideal para los eternos problemas higiénicos de los ratones a bolilla, y además nunca se iba a trabar, ¿cuál podría ser el punto débil de una invención tan perfecta? No tardaron en aparecer dos defectos terribles y uno bastante molesto: 1. el mouse óptico es demasiado liviano, por lo que todo lo que uno hace con él pierde cierta importancia (lo mismo que ocurrió desde que aparecieron los teclados plásticos para reemplazar las antiguas máquinas de escribir, lo cual generó un aumento en la superficialidad de los escritores a nivel mundial), 2. al no depender de un elemento mecánico concreto, su cerebrito de ratón se confunde con frecuencia y el puntero se dispara arbitraria y repentinamente hacia cualquier punto de la geografía de nuestra pantalla, lo que hace que nuestros clicks se dirijan a lugares inesperados con imprevisibles consecuencias como enviar un email antes de tiempo o permitir que no guarde los cambios a un documento antes de cerrarlo, y 3. la luz roja de su conciencia permanece encendida aún después de apagar la máquina, lo que nos obliga a apagarla más profundamente, desde el interruptor trasero, o en lo posible a desconectar todos los cables por las dudas que quede un resquicio de conciencia que le permita delinear junto a los otros aparatos el temido ataque final de las máquinas sobre la humanidad.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario