viernes, agosto 19

La delicada curva de la furia

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Ayer por la mañana me levanté con la intención de manejar mis emociones, tal como me recomendó mi maestro budista-zen: sólo se trata de mantener un cierto desapego con respecto a los engranajes motivacionales que se ponen en acción apenas abrimos los ojos al despertar. Al principio fue hermoso, porque al tomar conciencia de esos engranajes podía ver con toda claridad cómo las demás personas se dejaban arrastrar por los dramas cotidianos y actuaban con indignación o con orgullo, pero con una indignación y un orgullo que parecían ajenos, actuados más por el compromiso de cumplir con el guión que por la fuerza de una voluntad propia (porque toda individualidad se puede dividir indefinidamente, excepto la fuerza de la voluntad).

Completamente sumido en ese estado de dicha en el que todas las confrontaciones carecen de sentido, me encontré a las 10.30 am en pleno centro de la ciudad con un automovilista que, al ponerse el semáforo en rojo, detuvo su vehículo encima de la senda peatonal, obligando así a una muchedumbre de peatones a entrechocarse entre ellos para cruzar la calle.

En vez de destrozarle un farol de una patada o de proferir insultos, esta vez opté por acercarme al suavemente al conductor y, con mi mejor sonrisa, pedirle por favor que retrocediera unos metros así dejaba cruzar a la gente en paz. Sólo recuerdo que él me respondió de muy mala manera y que antes de que pudiera volver a recordarme aquello de mantener el desapego, intercambiamos unas frases más pero ya no recuerdo bien lo que pasó, ni cómo fue que nos revolcábamos sobre el asfalto y que yo golpeaba la cabeza de él contra el cordón de la vereda, pero mi maestro budista-zen dice que en futuras recapitulaciones podré recordar en detalle cómo fue que los engranajes de la furia me devoraron en un instante. Según él –que además de budista es matemático– la curva de la furia es una curva exponencial de tercer grado. No sé bien lo que significa eso, pero en todo caso creo que es recomendable practicar todo lo posible el desapego y la recapitulación, por lo menos si queremos erradicar la violencia de esta sociedad.

Benito Mesa, de Palermo sensible

2 comentarios:

Thalasos dijo...

¿Donde quedó la acogida argentina?
Sería cogida, ¿perhaps?
Página rebelde. Y guapa.

explorador54 dijo...

En la Argentina somos muy violentos: intenta tocar un tema sensible desde una posición políticamente incorrecta con cualquiera de nosotros y espera a ver qué pasa.