LA SOCIEDAD Y EL MAL
El policía protagonista debía luchar contra un demonio que se encarnaba en distintas personas para cometer sus crímenes. Primero tomaba posesión de un transeúnte, que a su vez con sólo tocarle el brazo a otro le transmitía su espíritu. En un momento el policía descubrió que su misión era prácticamente imposible ya que, al no habitar su enemigo en un cuerpo definido, aún si pudiera capturarlo estaría atrapando a un inocente.
Muy turbado por comprender el dilema en que se hallaba, el policía le preguntó a su compañero: “¿cuál es el sentido de nuestro trabajo?”, y el otro le dijo: “muy simple: perseguimos a los malos”. El policía bueno no pudo responderle nada. ¿Cómo explicarle a la bestia de su compañero que ninguno era malo, que todos eran inocentes poseídos por el Mal?
Por eso, todos aquellos izquierdistas que están convencidos de que Hollywood es el Mal y que pretenden que el Pueblo no vea películas hechas en los Estados Unidos, quizás harían bien en aprender ellos mismos la lección que no aprende el policía malo, y entonces ver esas películas, instar al Pueblo a que las vea si quiere, y luego de verlas distinguir el Mal en ellas, pero también (o más que nada) los focos de resistencia y de reflexión que en ellas se esconden. No cerrar los ojos, sino aprender a ver mejor.
jueves, septiembre 15
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