DEPORTES
Como seres humanos, el centro de nuestro interés debería estar (según creen los humanistas) en el ser humano, en cada uno de ellos, aunque también deberíamos dedicar nuestras energías a todas las instancias de organización macrológicas como la sociedad y la especie. Cuánto dedicarse a cada cosa es una instancia de negociación en la que siempre estamos embarcados con la naturaleza, una negociación que bien podría verse como una competencia deportiva.
Si se observara a la humanidad desde afuera, quizás daríamos la impresión de haber evolucionado de una manera darwinista: por puro azar. El hecho de que debieran pasar tantas generaciones para realizar ciertos avances parecería indicar que los seres humanos careciéramos de intelecto y voluntad.
Sin embargo, sabemos que hay un ente en nosotros, un ente abstracto que identificamos como "yo mismo" más allá de "mi" cuerpo o de "mi" cerebro, y que ejerce cierto control sobre el mundo, un control en principio limitado a nuestros propios brazos, manos, cuerpo y hasta la elaboración de un pensamiento.
En la náutica convencional, el velero es impulsado por la fuerza del viento y el agua sirve como apoyo, pero es el timonel el que le imprime el rumbo con un movimiento sutil en una sola dimensión (de izquierda a derecha), y es otra voluntad humana la que maniobra las velas para modificar la forma del individuo barco, que por su parte navega como un ser con dos centros de libre voluntad: el timón y las velas, y que es movido por la naturaleza.
Quienes se dedican a explorar sus propias mentes dicen que algo similar ocurre con nosotros, y que nuestros cerebros operan de acuerdo a las más elementales leyes de la naturaleza (en este caso de la química y de la electricidad en vez del viento y el agua), de manera que es uno (quienquiera que sea ese "uno") el que ejerce una sutil decisión sobre su propio cerebro, pudiendo mover apenas el timón del pensamiento hacia un lado u otro, pudiendo ofrecer resistencia al entorno o dejarse llevar por él, y conformando así una historia de viaje que vaya construyendo nuestra personalidad, carácter y destino. Y lo que es peor, dicen algunos psiconautas, es que todas las ceremonias de la naturaleza parecieran contar con un pequeño y sutil centro de decisión propia que les permite influir desde los mínimos detalles hasta el desenlace de un hecho monumental.
Pero quién navega el barco y hacia qué destino se dirige, es lo que todos se preguntan pero ninguna persona ha sabido responder. Mientras tanto, el deporte de la psiconáutica sigue atrayendo a un número cada vez mayor de aficionados que se inducen trances por diversos métodos con la intención de explorar las profundidades de su ser.
domingo, abril 17
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