miércoles, julio 6

Sobre la naturaleza del ser

EXISTENCIALISMO

Tuve mi primer ataque de pánico a los siete años, un día muy luminoso, en el campo. Parado bajo la campana azul del cielo, junto a un mandarino, comprobé que por más que cerrara los ojos, la luz seguía entrando a mi cabeza a través de mis párpados translúcidos, y entonces descubrí que no tenía manera de huir de mí. Mis propias herramientas, mi cabeza, mi cuerpo, eran también mi celda y mi condena: me encontraba adherido a un punto fijo en el planeta, completamente indefenso a no ser por las ocupaciones que inventara para llenar mi vida, y que ahora me parecían todas ficticias y superficiales.

Súbitamente me pareció pertenecer a una existencia previa a la humana, o quizás más amplia, una manera de existir que no tenía límites, que no quedaba presa de la oscuridad de la noche ni de la luz del día. Una vez identificado con ese ser casi alienígena que parecía latir en ese mismo instante junto con mi corazón, la idea de tener un cuerpo de carne y hueso me produjo lo que se conoce popularmente como claustrofobia, y me pareció entender que sólo la muerte podría liberarme de la opresión de ser humano. No entendemos a los monjes orientales que se encerraban por su propia voluntad en minúsculos cubículos durante toda su vida humana, y tal vez por eso no entendemos tampoco la decisión que alguna vez debió tomar nuestro espíritu de encarnarse en un tortuoso cuerpo agusanado humano o perro o vaca.

En ese momento de terrorífico trance en medio del campo, junto al mandarino, ya no sabía qué cosa era yo, si mi cuerpo, mis sentimientos, o las señales eléctricas que danzaban locamente en mi cerebro. Años más tarde descubrí que todo se trataba de frecuencias, y que la conciencia humana es una banda angosta como la estacion de una radio FM en el medio de un frondoso espectro.

El ser consiste en un núcleo central, que es aquel que siempre recibe la luz de los ojos, por más que estén cerrados, el que oye todo lo que llega a los oidos aunque uno duerma, el que sabe todo acerca de uno y del mundo, el que habita en uno y que tiene un lenguaje primitivo con el que se comunica con un séquito de subfrecuencias que actúan como operarios virtuales, que también pertenecen al ser humano aunque a nivel virtual, y que se organizan por sus propios medios para llevar adelante la misión que ellos mismos interpretan adecuada, conformando las Habilidades y la Personalidad. Estos seres a veces entran en comunicación con los de otros seres humanos sin que las respectivas conciencias humanas lo detecten. Pero eso ya es tema para otra historia.


Carlos Inzaurraga,
matemático esquizofrénico

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